Cuento Aventura en el Bosque Encantado

El aire fresco de la mañana acariciaba el rostro de Sofía y Tomás, mientras, entusiasmados, caminaban en silencio por el bosque que rodeaba la cabaña donde pasaban sus vacaciones de verano junto con sus padres. 

Los árboles altos se alzaban a su alrededor como gigantes guardianes, y el sonido de las hojas bajo sus pies acompañaba cada paso.

Sus padres les habían advertido que no se alejaran demasiado, pero la curiosidad de los hermanos fue más fuerte que el aviso.

—Vamos más adentro —sugirió Tomás con una sonrisa traviesa—. Seguro que hay algo interesante por allí.

Sofía, siempre un poco más cautelosa, lo miró de reojo.

—Pero mamá dijo que no nos alejemos —recordó ella, aunque en su voz había un toque de duda.

—No será mucho —insistió Tomás—. Solo un poco más, ¡mira esos árboles! Parecen esconder algo genial.

Sofía suspiró, pero aceptó. Sabía que Tomás siempre se encontraba con sorpresas interesantes. 

El sendero que seguían era estrecho, cubierto de hojas y musgo. A medida que avanzaban, los árboles se volvían más altos y densos, creando un techo de sombras sobre sus cabezas.

El aire comenzó a enfriarse, y el sonido de los pájaros poco a poco se desvanecía. Todo a su alrededor parecía más oscuro y misterioso.

—Sofía… —susurró Tomás, con la voz entrecortada—. Creo que estamos perdidos.

Sofía miró a su alrededor, intentando mantener la calma. El bosque, que antes parecía amigable, ahora se sentía extraño y desconocido.

—No te preocupes —respondió ella—. Seguro que encontraremos el camino de vuelta. Solo tenemos que seguir por donde vinimos.

Pero, aunque trataron de regresar, el sendero parecía llevarlos más y más lejos. Las sombras de los árboles se alargaban a medida que el sol comenzaba a ocultarse, y la luz se hacía cada vez más tenue.

De repente, escucharon un crujido en los arbustos cercanos. Ambos se detuvieron en seco, el corazón les latía con fuerza mientras miraban a su alrededor. De entre las ramas salió un pequeño ciervo, que los miró con ojos curiosos.
—Solo es un ciervo —dijo Sofía, soltando una pequeña risa nerviosa—. No hay nada de qué preocuparse.

El ciervo caminó unos pasos y luego se detuvo, volviendo la cabeza hacia ellos, como si quisiera que lo siguieran.

—¿Crees que nos está guiando? —preguntó Tomás, intrigado.

—No lo sé… pero no tenemos muchas opciones —dijo Sofía, con una mezcla de curiosidad y alivio.

Decidieron seguir al ciervo, que avanzaba por un sendero que apenas era visible entre los árboles. 

A medida que caminaban, el bosque empezó a sentirse menos amenazante. Las hojas susurraban suavemente al ser movidas por la brisa, y el aire ya no era tan frío.

Después de caminar durante lo que les pareció un buen rato, llegaron a un claro en el bosque. En el centro, un árbol enorme se alzaba majestuoso, con ramas que parecían tocar el cielo. 

A un lado del claro, una pequeña cabaña brillaba con la cálida luz de una chimenea encendida. De donde salía un humo suave, como si alguien los estuviera esperando.

Cuento aventuras en el bosque

—¿Qué es este lugar? —preguntó Tomás en voz baja.

—No lo sé, pero tal vez podamos pedir ayuda —respondió Sofía, acercándose a la cabaña con cautela.

Cuando llegaron a la puerta, antes de que pudieran tocar, esta se abrió lentamente. Una anciana con ojos amables y una sonrisa serena los miró desde el umbral.

—Los estaba esperando —dijo la mujer con una voz suave y tranquila.

Sofía y Tomás se miraron sorprendidos.

—¿Nos estaba esperando? —preguntó Sofía, sin entender.

—El bosque me dijo que vendrían. No se preocupen, puedo ayudarlos a regresar —dijo la anciana, invitándolos a entrar.

Dentro de la cabaña, el calor del fuego los envolvió al instante. La anciana les ofreció té caliente y se sentó frente a ellos.

—Este bosque tiene algo especial —dijo, mientras les servía el té—. A veces, los que se pierden aquí son guiados por el bosque mismo. No deben tener miedo, porque siempre los llevará de vuelta si son valientes y siguen su corazón.

Sofía y Tomás se miraron, aún un poco confundidos, pero algo en la voz de la anciana les daba confianza. Después de un rato, ella les entregó un pequeño mapa dibujado a mano.

—Sigan este mapa. Los llevará de vuelta a casa.

Sofía y Tomás agradecieron a la anciana y, con el mapa en sus manos, salieron de la cabaña. El ciervo los esperaba afuera, y juntos comenzaron el camino de regreso. 

Mientras caminaban, una ligera neblina empezó a cubrir el suelo del bosque, y la oscuridad envolvía todo a su alrededor como un manto. 

La luz entre los árboles era escasa, lo que hacía que cada paso se sintiera más incierto.

De repente, el ciervo desapareció entre los árboles, dejando a los hermanos solos. 

Un escalofrío recorrió a Tomás.

—Sofía… algo no está bien —dijo él, con inquietud en la voz.

Justo en ese momento, el mapa que sostenían comenzó a brillar con una suave luz dorada, guiándolos como una linterna en la oscuridad. 

A lo lejos, comenzaron a escuchar las voces de sus padres llamándolos.

—¡Tomás! ¡Sofía! —gritaban, ¡Tomás! ¡Sofía!…

Los hermanos comenzaron a correr, siguiendo el brillo del mapa y guiándose por las voces de sus padres. 

Poco a poco, la neblina se disipaba, y al girar en una última curva, apareció ante ellos la cabaña donde se hospedaban durante sus vacaciones. 

Las luces cálidas de la cabaña iluminaban el sendero en medio de la oscuridad. A lo lejos, se podían ver las siluetas de sus padres, parados frente a la cabaña, llamándolos con desesperación mientras miraban hacia el bosque.

Sofía y Tomás, exhaustos pero aliviados, corrieron hacia la cabaña. Al llegar, sus padres los recibieron con abrazos, sin saber la increíble aventura que acababan de vivir.

Dentro, Sofía sacó el mapa del bolsillo, pero ya no brillaba. Lo miró una última vez antes de que se desvaneciera en el aire, como si nunca hubiera existido.

—¿Fue real? —preguntó Tomás, con los ojos aún llenos de asombro.

Sofía asintió con una sonrisa.

—Sí, y aunque nos perdamos, siempre habrá algo o alguien que nos guíe de vuelta a casa.

Moraleja: A veces, perderse no es tan malo. Con valentía, confianza y un poco de ayuda, siempre encontrarás el camino de vuelta. Nunca dejes que el miedo te impida seguir adelante, porque incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una luz que te guiará.